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Cultura Financiera

Roberto, gerente de una de las empresas más grandes de su país, recuerda su primer mes financiero como hombre casado. A la hora de pagar las cuentas se vio entre la espada y la pared. ¡Nunca imaginó que su ingreso no alcanzaría para pagar los gastos del mes!

Si esta era su situación el primer mes, ¿cómo pagaría las cuentas del segundo? Preocupado por ello, Roberto hizo algo al respecto. Quizás tú te encuentres en la misma situación. Si es el caso, es hora de que sigas algunos pasos para poder llegar a fin de mes.

En primer lugar, decidiremos cómo gastar nuestro dinero semana tras semana, mes tras mes, por los próximos seis a doce meses. Para hacerlo, lo primero que debemos hacer es averiguar de cuánto dinero disponemos para gastar y cuánto nos queda (si es el caso) a fin de mes.

Para calcular nuestras entradas, tomemos una hoja de papel y apuntemos todo el dinero que traemos a casa en un mes. Consideremos las entradas y los gastos mensuales porque, a pesar de que podamos cobrar solo una vez por semana o dos veces al mes, la mayoría de gastos familiares son mensuales: luz, gas, agua, impuestos, seguro del auto, pago del alquiler, hipoteca…

Ahora escribamos cuánto dinero traemos “limpio” al hogar, es decir, después de pagar sus impuestos y contribuciones. Si no traes siempre lo mismo, coloca una cantidad promedio. Para esto, suma las entradas variables de los últimos seis meses y divídelas dentro de seis. Por ejemplo: anota la cantidad de dinero que trae a casa el esposo en un mes, súmale lo que trae la esposa, añade las entradas de dinero adicionales por alquileres o inversiones. Cuando sumes todas las cantidades tendrás el total de las entradas familiares en un mes.

El siguiente paso es muy importante: separar el dinero que compartiremos con otros (contribuciones, donativos, diezmos) de la suma inicial. Solo aquellos que aprenden a desprenderse de sus posesiones materiales pueden disfrutar de ellas en realidad. Necesitamos ser generosos desde el comienzo de nuestra planificación económica porque es una parte esencial de la madurez financiera. Aprendamos que dar es mejor que recibir.

Si asistes con regularidad a alguna sinagoga, parroquia o iglesia, seguramente ya reservas una cantidad de dinero para dar. Probablemente sepas «darle al César lo que es del César» y «a Dios lo que es de Dios».

Es importante restar esa cantidad al comienzo de nuestros planes financieros porque «el hombre es un animal de costumbres», según un dicho. Si nos acostumbramos desde el comienzo a no incluir ese dinero como parte del dinero disponible, nos acostumbraremos a vivir sin él. Si lo incluimos como parte de nuestras entradas, nos será difícil verlo partir.

Ahora que terminamos la suma y la resta, llegamos al punto de saber cuánto dinero disponible tenemos en verdad. Recuerda, el dinero disponible es lo que tenemos en el bolsillo después de «darle a César lo que es de César y a Dios lo que es Dios». Algo con lo que tenemos que vivir.

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