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Cultura Financiera

Este es un principio de vida que alguna vez le escuché decir a Mike Murdock: Aquello que estés dispuesto a dejar atrás, determinará qué tan lejos llegarás en la vida.

El doctor Larry Burkett solía contar una interesante historia de dos amigos suyos que decidieron comenzar una empresa de fabricación de artículos electrónicos. Ambos eran cristianos religiosos y comprometidos. Asistían a la misma parroquia.

Uno de ellos colocó el capital para que se llevara a cabo el proyecto y el otro su conocimiento de ingeniería. Ambos crearon un producto que tuvo muy buena aceptación en el mercado y con el correr del tiempo (y mucho esfuerzo), la empresa comenzó a rendir una buena cantidad de ganancias.

Un día, el amigo ingeniero llegó a la fábrica y tuvo dificultades para entrar: La puerta no abría. Llamó a su amigo capitalista y le comentó el problema.

-Ya sé que no abre -dijo su amigo-. Es que la puerta tiene cerradura nueva.

-¡Ah! -exclamó el ingeniero-. ¿Y cuándo puedo pasar a buscar las llaves?

-Nunca -le contestó fríamente su ex amigo -. Ya tú y yo no trabajamos juntos. Invertí mucho dinero en este proyecto y ahora me pertenece.

El ingeniero, totalmente desconcertado, fue a ver al doctor Burkett. Le dijo que como se suponía que eran amigos e incluso, hermanos en la fe, nunca habían colocado sus arreglos por escrito. Realmente no sabía qué hacer…

Sin embargo, después de su charla y después de recibir el consejo de la Biblia, se dio cuenta de que no podía llevar a juicio a su “hermano”. Cuando sus intentos por lograr una reconciliación a través de la iglesia no tuvieron frutos, el ingeniero decidió escribirle una carta a su ex amigo y dejar todo en las manos de Dios.

Cerró la carta con estas palabras: «Quiero que sepas que te perdono lo que me hiciste, a pesar de que te quedaste con más de un millón de dólares que me debes. Que Dios te juzgue».

Años después el socio inversionista estaba en un serio aprieto económico, y necesitó vender la empresa. Cuando el comprador envió a un representante a evaluar la situación de la compañía y a realizar una auditoría, en un momento dado, el auditor abrió un cajón de archivos, alzó una carpeta al azar y al abrirla, encontró archivada la carta del socio defraudado.

Inmediatamente el auditor llamó al comprador, le mandó la carta por fax y el comprador llamó al socio que había defraudado a su amigo.

-¿Qué tal, señor López? -dijo el comprador. Hemos hecho una auditoría de su empresa, sabemos que tiene deudas por tres millones de dólares y, de todas maneras, hemos decidido comprarla por cinco millones y medio de dólares.

-¡Magnífico! -dijo el socio vendedor.

-Sin embargo -continuó el comprador- existe una condición.

-¿Cuál? -preguntó el mal amigo sin saber del descubrimiento de su trama.

-La condición es que su ex socio reciba dos de los cinco millones de dólares.

-¿¡Cómo!?

-Sí, señor. Quizás usted se preguntará la razón para esta decisión, y es que, Sr. López, yo también soy un cristiano comprometido y el día de hoy me he convertido en el juicio de Dios para su vida.

Uno puede imaginarse la cara del socio defraudado cuando una mañana, todavía medio dormido y a punto de salir para su trabajo, va a la caja del correo que tiene en el frente de la casa y se encuentra con un cheque por ¡dos millones de dólares!

Este secreto es una profunda verdad con la que me he encontrado a medida que recorro el continente (y el mundo): Aquello que estés dispuesto a dejar atrás determinará qué tan lejos llegarás en la vida.

Pausa por un minuto y piensa: “¿Qué debo dejar atrás?”

¿Ofensas?
¿Mentiras?
¿Injusticias?
¿Amigos?
¿Relaciones?
¿Tentaciones?

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