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Cultura Financiera

Recibí una carta, hace unos días atrás, de una señora que había enviudado y me decía: -Mi esposo, que no tenía seguro de vida, ha pasado a la presencia de Dios hace unas semanas atrás. Y me dejó más de 65 mil dólares en deuda, ¿qué hago?

¡Esto es terrible! Todos deberíamos tener un seguro de vida como para cerrar cuentas, para el entierro y para el futuro de nuestra familia. Si usted no tiene un seguro de vida, considere pagar uno. Usted debería interesarse por dejar suficiente cantidad de dinero, como para pagar todas sus cuentas, el día que pase a la presencia de Dios. Mire su situación económica y con toda honestidad, considere si necesita o no un seguro para proveerle a su familia en caso de que usted falte.

Me enteré del caso de un finado, en el sur de Estados Unidos, que estuvo cinco días en el comedor de su casa porque nadie lo quería sepultar. El servicio funeral costaba casi 5.000 dólares y había que pagar, por lo menos, 2.500 dólares por adelantado. La viuda no tenía un peso. Así que allí se quedó este señor, en el comedor de su casa, hasta que varias iglesias de la zona, con mucho cariño y esfuerzo, juntaron en cinco días el dinero necesario para resolver la situación.

Uno diría: -¿Cómo puede hacer esto una compañía funeraria? Pero yo diría: -¡Pobre mujer! Este hombre fue un irresponsable. Viviendo en Estados Unidos, él sabía muy bien los costos de la sepultura de una persona. Él también sabía que, a través de su trabajo, por unos pocos dólares cada mes, podría haber pagado un seguro de vida.

La culpa de que medio pueblo tuviera que andar buscando el dinero para ponerlo bajo tierra, fue de él. También fue culpa de él, haber dejado a su mujer en la pobreza. Si hubiese tenido un seguro de vida, su viuda podría haber costeado todos los gastos del entierro, y además tendría la posibilidad de contar con algo de dinero para ajustarse a su nueva situación.

Lo que ocurre es que no nos gusta hablar de la muerte, pero tengo malas noticias: Usted se va a morir algún día, si el Señor no viene primero. Entonces, ¿cómo quiere que lo recuerden en su funeral?: ¿Cómo un esposo y padre sabio, previsor y amante de los suyos, o como el irresponsable que dejó a su familia desamparada?

Nosotros los varones, y las mujeres también, debemos tener la suficiente cantidad de dinero para dejar las cosas en orden. Esto demuestra una actitud de madurez y responsabilidad de nuestra parte. Nuestros abuelitos siempre tenían algo de dinero debajo del colchón. El problema con nuestra generación, es que no solamente hemos gastado todo el dinero que estaba debajo del colchón, sino que hasta hemos empeñado el colchón, y muchas veces hemos empeñado ¡hasta los abuelitos!

El seguro de vida no representa una falta de confianza en la provisión de Dios, al contrario. Recuerde que el seguro de vida no es como la lotería, no es dinero que ganamos al azar. La muerte es 100% segura para cada uno de nosotros. El seguro de vida es un fondo común, entre varias personas, para ayudarse a proveer para sus necesidades en caso de alguna emergencia. Es imitar a la hormiga, que guarda durante el verano para proveerse durante el invierno. Es estar seguros de que el día que tengamos que encontrarnos, cara a cara, con nuestro Creador en el cielo todos los negocios quedarán apropiadamente cerrados aquí en la tierra.

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