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Cultura Financiera

Dónde pones tu dinero sí es importante. A pesar de que en otros artículos ya hemos estado hablando de diezmos y ofrendas primordialmente para la iglesia o parroquia, esa es solo una pequeña parte de lo que deberíamos dar.

También deberíamos aprender a dar al necesitado, dar a causas nobles, dar para demostrar amor a nuestros amigos y familiares, y darnos a nosotros mismos con nuestros talentos y tiempo para la humanidad.

Tengo un buen amigo que vive en Puerto Rico. Es médico. Cada año organiza un equipo de colegas que viaja a diferentes lugares del Caribe donde hay pobreza y necesidad para tratar a la gente enferma. Es un excelente cirujano y se especializa en reemplazos de caderas. Hasta el momento ha hecho cientos de estos reemplazos, especialmente a jóvenes y niños de familias necesitadas.

Él y sus amigos médicos entregan de su tiempo y de su dinero para hacer estos viajes. Pero el aporte que más impresión causa en la vida de la sociedad es la entrega de sus conocimientos y experiencia con el fin de ofrecer algo que no tiene precio: la salud.

Alberto vive en Chicago. Es un excelente amigo personal y es la persona más capaz que conozco en el mundo cuando uno habla del tema de redes de computadoras. Trabajó en montar las redes de computadoras de una de las compañías de hamburguesas más grandes del mundo. Es un verdadero genio.

Alberto me confesó que tiene una meta en la vida: acumular suficiente capital como para retirarse temprano y de esta manera poder viajar ofreciendo gratuitamente sus servicios y experiencia a organizaciones de bien social alrededor del mundo.

En muchas ciudades de Estados Unidos es común encontrar asociaciones de hombres de negocios y profesionales que ya se han retirado ofreciendo su experiencia y sabiduría gratuitamente a aquellos profesionales y negociantes que están comenzando.

Sin embargo, quisiera dar una advertencia con respecto a las personas y organizaciones a las que habremos de ayudar con nuestro tiempo, talento y tesoros. Estas palabras de precaución valen tanto para las comunidades de fe como para las organizaciones.

Ya desde el primer siglo de nuestra era existía, entre los líderes de la Iglesia cristiana la preocupación por la aparición de aquellos que presentándose como “apóstoles”, “predicadores” o “profetas”, estaban buscando ganancias materiales a través de la predicación del evangelio.

Podemos ver claramente esa preocupación en la Didache o La Doctrina de los Doce Apóstoles, un documento de la iglesia primitiva que salió a la luz en 1875 en la ciudad de Estambul, Turquía.

La Didache indica, por ejemplo, que cualquier apóstol o profeta que quisiese más que pan para el camino, pidiese dinero o demandase que se le alojara por más de dos días, debería considerarse falso. En el siglo XXI podemos llegar a ser un poco más indulgentes… pero no mucho. Aquí tenemos algunas pautas que deben tomarse en consideración antes de ayudar a cualquier organización o persona:

¿Cuántos años de existencia tiene esa organización o iglesia? ¿Tienen metas concretas y claras o están tratando de ser todo para todos? ¿Cuál es la reputación del líder? ¿Tiene la organización o iglesia informes financieros regulares? ¿Tienen un auditor externo a la organización? ¿Cuántos salarios mínimos gana el líder máximo?

Debemos recordar que estas son solo pautas para ayudarle a pensar en la dirección correcta al momento de decidir dónde va a invertir el dinero que tiene para dar. “Hay de todo y para todos en este mundo cruel” dice un amigo mío ¡y tiene razón! Una de las características de un buen administrador es, justamente, administrar correctamente hasta lo que habrá de dar a otros.

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