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Cultura Financiera

Jesús dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35). El propósito de compartir es el de “beneficiar al dador”. Se podría decir, entonces, que dar o compartir no es la manera que Dios usa para levantar fondos, sino la forma que usa para levantar hombres.

El dador se beneficia de tres maneras cuando comparte. La primera es desarrollando un carácter santo. La segunda es cumpliendo con la meta del contentamiento. La tercera es invirtiendo de forma verdaderamente duradera.

Debemos aprender a compartir libremente lo que tenemos para convertirnos en el pueblo que el Señor quiere que seamos. De lo contrario, nuestra tendencia natural al egoísmo crecerá y este nos dominará.

Howard Hughes despilfarró su fortuna como un típico Playboy durante su juventud y no dio dinero a otros porque lo aborrecía. Cada vez se fue volviendo más tacaño, como heredero de una gran fortuna. Permitió que su riqueza creara una creciente barrera entre él y el prójimo. En sus últimos años de vida vivió solitario y recluido, dedicado a evitar los gérmenes y a las personas.

Agudo contraste es el de George Müller quien, al igual que Hughes, heredó una gran fortuna. La diferencia es que él estableció el patrón vitalicio de compartir generosamente. Su vida se caracterizó por servir a las necesidades del prójimo.

Compartir es algo que lleva a la vida misma, es el antídoto más efectivo para la enfermedad humana de la codicia. El apóstol Pablo (en 1 Timoteo 6:18-19) dice: «Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera».

Además, compartir es esencial para el contentamiento. La costumbre de dar a otros es el mejor recordatorio de que Dios es el propietario de todo lo que tenemos. También nos enseña a poner nuestra atención en el Dios vivo. Un cuadro mental que nos puede ayudar a poner en perspectiva esta acción es «imaginarse que lo que uno va a dar, lo pone en las manos clavadas del mismo Señor Jesucristo».

Dar es invertir. Tristemente, la historia confirma que, por naturaleza, tendemos a reaccionar en lugar de accionar. En 1905, hablando acerca de Japón, el Doctor John Mott le dijo al pueblo norteamericano: «Podemos dar de nuestra abundancia e invertir enviando mil misioneros a Japón o nos veremos obligados, dentro de medio siglo, a enviar doscientos mil muchachos con armas de fuego y bayonetas». ¿Sabe qué pasó? La predicción del Doctor Mott no fue correcta… Enviaron seis misioneros y, treinta y seis años más tarde, no fueron doscientos mil jóvenes, fueron un millón. Además, no fueron solamente armas de fuego y bayonetas, sino también la bomba atómica.

¿Aprenderemos alguna vez, como pueblo rico que ha recibido el evangelio, de las lecciones que nos deja la historia?, ¿o seguiremos esperando para reaccionar?

En 1889, el millonario, Andrew Carnegie escribió un ensayo llamado «El evangelio de la riqueza». La única forma de mantener una actitud de generosidad es hacer propio el hábito de dar: tiempo, atención, dinero y recursos. Si crees que eres esclavo de la avaricia, nunca descubrirás la vida verdadera. ¡Aprende a compartir lo que Dios te ha dado y descubre la vida verdadera!

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