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Cultura Financiera

Hace un tiempo, un hombre se acercó a nosotros. Preguntó si debía seguir sosteniendo a su hermano, quien tenía tres hijos, esposa, estaba desempleado y atravesaba una gran necesidad económica. La familia carecía de comida, ropa y no tenía ni un centavo para la gasolina.

El hermano del hombre no solo estaba desempleado, sino que no quería trabajar. Llevaba así más de dos años y, como había buscado trabajo en un momento de crisis, el constante rechazo lo desanimó. Por lo tanto, concluyó que nunca encontraría trabajo. Su esposa tuvo que salir a trabajar y su nivel de vida descendió abruptamente. Ahora, el esposo está acostumbrado a dejar que su esposa salga a trabajar y vive de las ofrendas de la gente.

La referencia bíblica a este ejemplo viene de la segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses. «Porque aun estando con vosotros, os denunciábamos esto: que si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma» (Tesalonicenses 3:10). A todos nos llegará el momento en que, si no hay un cambio personal, el dinero no resolverá nada. De hecho, más dinero nos podría perjudicar.

Hay un viejo proverbio que dice: «Puedes darle a un hombre pescado y alimentarlo un día, o puedes enseñarle a pescar y alimentarlo por el resto de su vida». Lo que le aconsejamos al hermano del desempleado fue que tomara una decisión. Debía decirle a su hermano en crisis: «No te puedo ayudar más, a menos que desees levantarte y comenzar a ayudarte a ti mismo. Debes salir y buscar trabajo, sostener a tu familia y ser el líder de tu casa».

¿Significa esto que al retirar la ayuda económica uno deja a la familia desamparada? No precisamente. Significa que los ayudarás sin abandonarlos, pero que encontrarás la forma de librarte de esa presión ajena con el tiempo.

Un donante generoso de Estados Unidos tenía una empleada que iba a su trabajo vestida de andrajos. Un día, la detuvo y le dijo: «Señora, ¿no le pago lo suficiente como para que se compre ropa?». Ella contestó: «Sí señor, en verdad lo hace, pero mi esposo se bebe todo el dinero». Así, él se dio cuenta de que a esa familia no solo le faltaba ropa sino también comida.

Cierto día fue a visitarlos, vio al esposo allí y le dijo: «Señor, ¿qué hace usted con el dinero de la comida?». La esposa le dijo: «Usa el dinero para comprar licor». Luego, el esposo respondió: «Así es, señor. No me puedo ayudar a mí mismo, quiero hacerlo, pero no puedo salir de esta situación». Entonces, este hombre que era uno de los empresarios más grandes de Estados Unidos, fue a la casa de la familia cada tarde —por casi dos años— con la comida que él mismo cocinaba. Comía con la familia.

Como resultado de este compromiso, llevó al esposo a los pies de Jesucristo. Luego, este llegó a ser uno de los empleados más productivos de su empresa ¿Por qué? Porque él modeló este pensamiento: «seré un buen mayordomo de Dios; le enseñaré a este hombre a no comer un pescado el día de hoy, sino a pescar por el resto de su vida».

No temas ser generoso con otros, pero hazlo de manera inteligente. Busca transformar vidas. No te enfoques solo en dar dinero, comparte también enseñanzas sobre cómo administrar mejor los recursos. De esta forma te asegurarás de crear personalidades trabajadoras y esforzadas, en lugar personas de acomodadas.

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