Es importante entender cómo obra Dios. Proverbios 3:5-6 dice: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas».
Cuando compramos un auto nuevo, una televisión o una cámara, estos vienen con un manual de instrucciones. Por ejemplo, el manual de muchos automóviles dice: «Cámbiele aceite cada 3 000 kilómetros». Podríamos pensar: «¿Quién es la compañía Ford o la Toyota para decirme a mí que debo cambiar el aceite cada 3 000 kilómetros? Soy un adulto libre, puedo hacer de mi vida lo que quiera. Es mi auto así que cambiaré el aceite cada 15 000 kilómetros». ¿Puedes imaginar lo que le pasaría? ¡No tendrías el auto por mucho tiempo!
El que acompaña tus compras es para beneficio tuyo, no para darte dolores de cabeza. Su fin es garantizar que las cosas funcionen bien. Si sigues las instrucciones serás feliz. Si no, sufrirás las consecuencias…
Lo mismo ocurre con nosotros, Dios nos dio un manual de instrucciones. Cuando nos creó dijo: «Aquí tienen el manual de instrucciones, síganlo. Si lo obedecen, las cosas les saldrán bien». No es que Él quiere hacernos la vida imposible. No quiere hacernos sufrir, desea que recibamos los beneficios de obedecer Su Palabra.
Entendamos cómo obra Dios y cuáles son los principios que tiene para el funcionamiento de nuestra economía. De esta manera, las cosas nos saldrán bien. No por magia, sino por los principios que Él tiene para nosotros. Si los obedecemos, evitaremos descubrir las consecuencias de la desobediencia.
Si cambias el aceite de tu auto cada 3 000 kilómetros las cosas irán bien, pues esos son los principios apropiados para cuidarlo. El problema con muchos de nosotros es que, cambiarle el aceite a nuestro vehículo cada 3 000 kilómetros, puede no tener mucho sentido, a criterio personal. Especialmente cuando el aceite todavía se ve bien o cuando no tenemos dinero disponible el cambio. Sin embargo, es necesario que ordenemos nuestras prioridades y le digamos «no» a ciertos gastos para comprar un aceite de calidad. Recuerda que lo barato sale caro.
A medida que pasa el tiempo, debemos estudiar la Biblia, leer sobre finanzas y aprender que una de las recomendaciones de Dios es que tengamos un plan para controlar nuestros gastos. Él desea que vivamos una vida sin deudas, que seamos honestos e íntegros, que controlemos nuestro nivel de vida, que aprendamos a ser generosos y dadivosos, que planeemos para la edad madura y que sepamos transferir esta herencia a la siguiente generación.
Jesucristo dijo: «Busca primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas, vendrán por añadidura» (Mateo 6:33). Una vez que aprendamos cuáles son los principios de Dios para nuestras finanzas, entonces, debemos estar comprometidos a obedecerlos. ¡Él se ocupará del resto! Aprender cómo obra Dios y obedecerlo es muy importante en el proceso de sanidad financiera, en la vida personal y la familiar.
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