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Cultura Financiera

Hemos dado consejería financiera para parejas durante muchos años y con el tiempo nos hemos percatado de varios hallazgos. Uno de ellos es que, por lo general, el esposo va en una dirección y la esposa va en otra. Cada uno tiene prioridades económicas diferentes y, por consiguiente, caen en la esclavitud financiera.

Para alcanzar la sanidad económica es necesario que estén juntos como pareja: con las mismas metas y los mismos objetivos. Deben tener una misma mentalidad. Si uno tira para la izquierda y el otro para la derecha, no llegarán muy lejos.

Santiago 1:8 dice: «El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos». El esposo y la esposa deben pensar igual. Para eso tienen que ponerse de acuerdo. Ninguno le debe imponer al otro la forma de manejar el dinero. En general, debemos ayudarnos y a complementarnos, no competir el uno con el otro.

Dios habla de complementarnos, no de competir. Él reúne a las parejas, precisamente, por las diferencias que los caracterizan. Si fueran iguales, alguno sobraría. Por ejemplo, puede que el marido creciera en un país latinoamericano, con dificultades económicas, y la mujer en una cultura de abundancia. A raíz de sus experiencias de vida, cada uno vería las compras de distinta forma. Él pensaría en el precio y ella en la calidad. En este ejemplo, el esposo podría aprender de su pareja que «lo barato sale caro», por lo que es mejor invertir en productos de calidad que comprar artículos baratos que no duren mucho. Sería muy aburrido si uno se casara con gente exactamente igual a uno, ¿no crees? Gracias a Dios tenemos la oportunidad de encontrar una pareja diferente.

Entonces, en el proceso de decidir cómo vamos a gastar el dinero, no se trata de las voluntades individuales, sino de la complementación de ambas. Trabajemos en pareja porque el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. Si nos va mal económicamente es porque empujamos hacia lados contrarios. Pero si hacemos un plan a corto plazo y a largo plazo con nuestro cónyuge, sabremos hacia dónde ir. En lugar de ser inconstantes, seremos consistentes. ¡Aprendamos a complementarnos!

1 de Pedro 3:7 dice: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo». A veces, como esposo, podrás sentir que tus oraciones no pasan del techo de la casa, y es posible que así sea. La palabra de Dios que, si no se trata a las esposas de manera correcta y honorable, las oraciones tienen un estorbo para llegar a su destino. Aprendamos a complementarnos, dejemos ya de caminar hacia lados opuestos y seamos de un mismo pensar.

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