La Biblia dice que hay más dicha en dar que en recibir. Muchos creen que en tiempos de crisis económica eso ya no es aplicable. A pesar de eso, es una verdad que pocos comprenden y practican.
Muchas ciudades latinoamericanas se caracterizan porque, en sus calles, niños y jóvenes de diferentes edades pasan el día pidiendo limosna. Si se le diera una moneda a cada persona que pide, nuestro presupuesto desaparecería. Incluso hay quienes sugieren que no se les dé porque es una forma de apoyar sus vidas en la calle. Sugieren que en vez de aceptar la ayuda que ofrece el gobierno o alguno de los ministerios que trabajan con esos niños, ellos prefieren permanecer de esta manera. Pero ¿qué hacer ante cada mano extendida? La realidad de la necesidad de otros a nuestro alrededor es tremenda. Sin embargo, la verdad que nos expresa la palabra de Dios es que siempre es mejor dar que recibir, sin importar la situación económica.
En una ocasión, una chica (a la que llamaremos Clara) debió visitar a una familia muy pobre por cuestiones de trabajo. La razón de la visita era investigar si podrían integrarse a un plan de ayuda social para sus niños. Estando allí, la madre de los niños sacrificó el único pollo que tenía la familia y lo preparó para la visita. Cuando Clara se percató de la situación, se sintió muy mal porque sabía que, probablemente, eso era lo único que tenían. Ella no quería quitarles el alimento.
Entonces, se rehusó a comerlo e insistió en que les dieran el pollo a los niños. La madre del hogar, ofendida, la miró de frente y le dijo: «La Biblia dice que es mejor dar que recibir. Permítame tener el gozo de dar. Entiendo que quizá sea poco, pero es lo mejor que tenemos y queremos compartirlo. No por obligación, sino por amor. Por favor, recíbalo». Clara nos dijo «esa fue una de las comidas más deliciosas que he comido en mi vida». Esa mujer había dado con generosidad en medio de su necesidad y fue admirable. Habla de un carácter generoso, un carácter dadivoso.
La persona generosa siempre encontrará una excusa para dar. Quien es tacaño siempre encontrará una excusa para no hacerlo. Todos somos administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos y eso incluye el dinero.
Conocemos el caso de una pareja que siempre ha sido muy generosa con sus bienes. Debido a eso viven cómodamente, pero no han acumulado una gran fortuna. Es sorprendente cuánto de su presupuesto lo designan para dar a otros. Un tiempo atrás tuvieron un pequeño que nació con muchos problemas físicos. Los que habían sido bendecidos por su generosidad se percataron de la situación y comenzaron a orar con fervor a favor de la vida del niño. Después de un tiempo, Dios, que es rico en misericordia, tuvo a bien sanar a su hijo.
Aunque ellos hubieran tenido todo el dinero del mundo, nunca habrían podido pagar la sanidad de su pequeño. Lo que dieron, lo dieron sin esperar nada a cambio. Sorprendentemente, recibieron algo maravilloso cuando tuvieron necesidad. ¡Seamos generosos! Aún en pobreza y en crisis debemos serlo. Siempre se obtiene más dicha de dar que de recibir.