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La obediencia de Jesús comenzó en un pequeño taller de carpintería del pueblo. Su enfoque poco común en su vida común lo preparó para su llamado nada común.

¿Cuándo encontramos el primer indicio de que Él sabe que es el Hijo de Dios? En el templo en Jerusalén. Tenía doce años. Sus padres habían caminado tres días de regreso a Nazaret antes de descubrir que el muchacho faltaba. El templo era el último lugar en que pensaron encontrarlo. Pero fue el primero al que fue Jesús. No fue a casa de un primo ni a casa de un compañero de juegos. Buscó el centro mismo del pensamiento piadoso y, al hacerlo, nos inspira a hacer lo mismo.
Cuando José y María localizaron a su hijo, Él había confundido a los hombres más doctos del templo. Aun siendo muchacho Jesús ya percibe el llamado de Dios. Pero, ¿qué hacer luego? ¿Reclutar discípulos y hacer milagros? No; regresa a su casa con sus padres y aprende el oficio de la familia.

Eso es exactamente lo que usted debe hacer. ¿Quiere poner enfoque en su vida? Haga lo que Jesús hizo. Váyase a casa, ame a su familia y atienda sus asuntos. Pero Max: Yo quiero ser misionero. Su primer campo misionero está bajo su techo. ¿Qué le hace pensar que le creerán en el extranjero si no le creen al otro lado del corredor?

Obediente desde el principio
La obediencia de Jesús comenzó en un pequeño taller de carpintería del pueblo. Su enfoque poco común en su vida común lo preparó para su llamado nada común. «Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su ministerio» (Lucas 3.23). Para comenzar una vida pública, usted debe dejar la vida privada. Para que Jesús cambiara el mundo debió despedirse de su mundo. Jesús debió darle un beso a María, cenar por última vez en la cocina y dar un último paseo por las calles.

¿Ascendió a una de las colinas de Nazaret y pensó en el día en que subiría a la colina cercana a Jerusalén? Cristo sabía lo que había de suceder. Dios ya lo había destinado «antes de la creación del mundo» (1 Pedro 1.20). Ya se había escrito cada pizca de sufrimiento y que simplemente era para representar su papel. No es que Jesús tuviera que hacerlo. Nazaret era un pueblo acogedor. ¿Por qué no levantar un negocio de carpintería? ¿Mantener su identidad en secreto? Regresar en la era de las guillotinas o las sillas eléctricas y así evitar la cruz. Ser obligado a morir es una cosa, pero es distinto tomar voluntariamente su propia cruz.

Me pregunto: ¿qué clase de amor es ese? Cuando a usted se le ocurra una palabra que denote tal amor, désela a Cristo. El día que Él salió de Nazaret es el momento en que declaró su devoción por usted y por mí. Según Pedro, nuestras vidas eran absurdas (1 Pedro 1.18). «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros…» nos abrazó (Efesios 2.4). Jesús salió de Nazaret y nos dio vida.

Tomado del libro 3.16 por Max Lucado
publicado por Grupo Nelson, Nashville,TN. www.gruponelson.com

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